Circula un chiste en cadena sobre la demostración que se pide realizar al Ministro Lavín cuando se presenta en un banco a cobrar un cheque sin su debida identificación, por lo que la cajera le pide demostrar quien dice que es, y éste señala que “se me ocurren puras leseras”, entonces la cajera se da cuenta de que quien tiene al otro lado de la ventanilla es quien dice que es y procede a pagar el documento inmediatamente.
Lavín me cae bien, es un tipo simpático, sin embargo, siempre me ha parecido audaz, tal vez porque no es de esos políticos “profundos”, sino porque tiene un sentido del humor del que no se percata y es capaz de enfrentar con sencillez y liviandad hasta las más sesudas de las entrevistas, repite hasta el cansancio las mismas respuestas prefabricadas en un comité creativo que llegan a doler, para muestra un botón: “En un colegio donde van los hijos de las personas más ricas del país si un profesor no es bueno, lo cambian; pero si eso ocurre en un colegio donde van los niños más pobres de este país, el profesor sigue igual. ¡Eso no puede ser!”, dijo. El cree que la extensión de esta manera de pensar es la que hay que implementar en el país, soluciones rápidas y fáciles, de sentido común.
Su primera medida fue implementar los semáforos para informar a los padres acerca de la calidad de los colegios en los cuales asisten sus hijos, pues supone que estos no comprenderán si les entregan un informe en el cual le expliquen los factores asociados a los aprendizajes de los alumnos o al valor agregado que los colegios incorporan en su labor educativa, de modo que los padres puedan sacar conclusiones propias. No, con lucecitas es más simple y entenderán. Luego vino lo de los liceos de excelencia que terminaron siendo bicentenario debido al rechazo de los expertos y la apatía de su sector. Y ahora, esto, de disminuir las horas de historia para destinarlas a matemáticas y lectura. Claro, total la historia de que sirve, lo que importa es el futuro y no el pasado. El mismo día su propio sector salió a recriminarle la idea: “parece que la prioridad es crear empresarios” le dijo un edil aliado y un diputado de su propio partido le enrostra “no pensar en la integralidad de nuestros alumnos”.
A la derecha le molesta la historia, le molesta nuestra historia. Por eso cuando han tenido la oportunidad de gobernar han convertido esta disciplina en una alegoría a las grandes figuras y obras de sus respectivos gobiernos y han escondido el sufrimiento al cual han sido sometidos las grandes mayorías protagonistas de los cambios y del progreso social. Enseñan que la industria salitrera colocó a Chile en los mercados mundiales, pero esconden la explotación, abusos y crímenes que se cometieron con los trabajadores y sus familias; enseñan que la reforma agraria fue un despojo de la propiedad privada, pero esconden que los campesinos hasta ese entonces vivían como inquilinos que no conocían el dinero, no tenían educación y eran sometidos a extensas jornadas laborales; les gusta mostrar los palacios que se construían los grandes comerciantes, mineros, navieros y agricultores en las principales ciudades de nuestro país, pero esconden las condiciones ignominiosas en las que trabajaban, vivían y se multiplicaban los chilenos más pobres; y seguramente veremos cómo se valorará la gran obra restauradora del gobierno militar en desmedro de las violaciones a los derechos humanos de la dictadura. Para allá vamos. Lavín sabe para donde va y entre risa y risita, pretende escondernos el pasado para ilusionar a nuestros niños con un futuro mentiroso.
Lavín me cae bien, es un tipo simpático, sin embargo, siempre me ha parecido audaz, tal vez porque no es de esos políticos “profundos”, sino porque tiene un sentido del humor del que no se percata y es capaz de enfrentar con sencillez y liviandad hasta las más sesudas de las entrevistas, repite hasta el cansancio las mismas respuestas prefabricadas en un comité creativo que llegan a doler, para muestra un botón: “En un colegio donde van los hijos de las personas más ricas del país si un profesor no es bueno, lo cambian; pero si eso ocurre en un colegio donde van los niños más pobres de este país, el profesor sigue igual. ¡Eso no puede ser!”, dijo. El cree que la extensión de esta manera de pensar es la que hay que implementar en el país, soluciones rápidas y fáciles, de sentido común.
Su primera medida fue implementar los semáforos para informar a los padres acerca de la calidad de los colegios en los cuales asisten sus hijos, pues supone que estos no comprenderán si les entregan un informe en el cual le expliquen los factores asociados a los aprendizajes de los alumnos o al valor agregado que los colegios incorporan en su labor educativa, de modo que los padres puedan sacar conclusiones propias. No, con lucecitas es más simple y entenderán. Luego vino lo de los liceos de excelencia que terminaron siendo bicentenario debido al rechazo de los expertos y la apatía de su sector. Y ahora, esto, de disminuir las horas de historia para destinarlas a matemáticas y lectura. Claro, total la historia de que sirve, lo que importa es el futuro y no el pasado. El mismo día su propio sector salió a recriminarle la idea: “parece que la prioridad es crear empresarios” le dijo un edil aliado y un diputado de su propio partido le enrostra “no pensar en la integralidad de nuestros alumnos”.
A la derecha le molesta la historia, le molesta nuestra historia. Por eso cuando han tenido la oportunidad de gobernar han convertido esta disciplina en una alegoría a las grandes figuras y obras de sus respectivos gobiernos y han escondido el sufrimiento al cual han sido sometidos las grandes mayorías protagonistas de los cambios y del progreso social. Enseñan que la industria salitrera colocó a Chile en los mercados mundiales, pero esconden la explotación, abusos y crímenes que se cometieron con los trabajadores y sus familias; enseñan que la reforma agraria fue un despojo de la propiedad privada, pero esconden que los campesinos hasta ese entonces vivían como inquilinos que no conocían el dinero, no tenían educación y eran sometidos a extensas jornadas laborales; les gusta mostrar los palacios que se construían los grandes comerciantes, mineros, navieros y agricultores en las principales ciudades de nuestro país, pero esconden las condiciones ignominiosas en las que trabajaban, vivían y se multiplicaban los chilenos más pobres; y seguramente veremos cómo se valorará la gran obra restauradora del gobierno militar en desmedro de las violaciones a los derechos humanos de la dictadura. Para allá vamos. Lavín sabe para donde va y entre risa y risita, pretende escondernos el pasado para ilusionar a nuestros niños con un futuro mentiroso.
Cada vez se ven menos opiniones de más de 140 caracteres. Se agradece la lectura, así como el recuento de las medidas de sentido común. Lástima por las víctimas de quienes van a dar cuenta de estas iniciativas.
Por otra parte, el debate está lamentablemente relativizado. La inoperancia de la Concertación no justifica los bastonazos de ciego, ni el discurso reformista es moneda de cambio para no discutir la calidad de la educación.
Por mi parte, tomaré palco de las discusiones Concertación-Alianza, que cada vez se hacen menos interesantes. Ojalá quede algo de masa crítica como para innovar.
Saludos.
Estimado Álvaro, no te puedes restar, tú eres una persona que tiene opinión en estos temas, me encantaría que lo hicieras, un abrazo